Diciembre de madrugada. Él me esperaba afuera con su auto, como un héroe o un ladrón vestido de negro, las luces empezaban a moverse y cuando el viento frío de la noche me tocaba, mi cara se recostaba en sus brazos y mi verano era acariciado por una llovizna.
Entraba a oscuras entre sus cosas, el cuerpo de madera y los besos de naranja y luego la mirada. Quise que fuera mi casa. Y mi yelmo se derritió cuando el contacto fue intensidad, y bajo el silencio mi acero tocó el piso y se hizo agua cuando sus dedos hicieron vapor mi fiebre.
Diciembre de madrugada. Treguas en nuestro campo de batalla, y sus manos bailaban en mi oscuridad, y la noche se hizo demasiado corta para dormir.
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