Cuando me senté mi mirada sin querer se acostó en las manos de otra persona, sus dedos eran blancos y tallados como los tuyos, de pronto sentí que me dormía soñandote otra vez, para cuando vine a mí ya no había nadie a quien mirar, la silla estaba vacía como tal vez siempre lo estuvo. Me fije que aunque somos un montón de obsesiones podemos ser más que nuestras victorias, más que nuestros fracasos, más de lo que esperan que seamos, más que eso... podemos ser lo más parecido a lo que nos permitamos.
Lo que mas me cautiva, siempre, son las últimas dos lineas de todo lo que escribes
ResponderBorrar