Era el primer día de clases. El cuaderno desnuda la verdad. Ricardito desesperado piensa, que la posición de descanso podrá salvarlo. "Qué tontería usar tiempo de las vacaciones para haber hecho ese dibujo, quizá le extrañé demasiado". Ricardito suspira resignado. El cuaderno desnuda la verdad. Entonces imagina como el cuaderno se acerca más y más a las manos del profesor, y se imagina a sí mismo, arrastrado a un horno, con forma de monstruo que guarda fuego en su boca y se lo comerá, o lo rostizará, o algo. Hace tres días que no para de llover, sabía que era mala idea haber venido a la escuela, pero mamá siempre insiste, en que uno no debe faltar a la escuela.
El cuaderno desnuda la verdad, y estar desnudo a los diez, no es como estar desnudo a los siete, las cosas cambian, uno cambia, la adolescencia empieza a anunciarse. Para cuando el cuaderno llegue a las manos del profesor, el salón será la escena del crimen. La evidencia: Aquel bosquejo romántico que había dibujado, dejando conocer sus sentimientos. "No podía trazar mi lápiz algo más, que esas manos, y esa cara, tan linda... y lo peor de todo, arruinarlo con corazones, porque nada es más anti-artístico que los corazones". Ricardito se vuelve una fabrica de sudor, mientras imagina al resto de la clase, volverse un enjambre de dedos diminutos señalándolo. Él sabía que era diferente, no tenía interés por jugar, trompo, perinola, o béisbol con chapas. Con sentarse a ver TV o jugar Atari bastaba.
Ya era suficiente con sentir que estudiaba con orangutanes para tener que soportar la burla de ellos. Pero entonces... "corazones" ¡no puede haber algo más anti-artístico que los corazones!. De pronto ya no era tan diferente como el resto del salón. Al fin y al cabo Paty y Teresa pintaban corazones y rayuelas en el patio de la escuela, qué terrible tener que sentirse así.
Entonces las risas lo traen de nuevo a lo que sucede, a su realidad. Ricardito clava los ojos en las manos geométricas del profesor, tres, dos, uno, los cuadernos son revisados, y ya pronto el cuaderno de él, estaría en las manos del profesor, y entonces. Vería como esas líneas bailaron para hacer aquella cara, con aquellos ojos gentiles, y sus manos, sus manos grandes y geométricas, que salen de su suéter gris, demasiado perfectas para ser de un adulto, porque él, era diferente. Pero entonces Ricardito hunde la cabeza en el pupitre queriendo que se abra una ventana que lo lleve a otra dimensión, y aquellos molestos corazones atravesados con flechas, desaparecieran.
Pero ¿Qué podría decir el profesor? ¿Apreciaría acaso mi talento para dibujar? Quizás, él podría dibujarme, o abrazarme, como tanto lo he deseado, vaya tontería.
Pues no, lo más seguro era que me llamase por mi apellido y me reprendiera, y entonces mi mamá se volvería loca con la noticia, cuando él me acusase, y acabase de ese modo con mi amor, y seguro en forma de castigo, mi mamá me botaría el Betamax que mi tía Betza me regaló, o peor aún no me dejará ver los Supersonicos por el resto de mi vida. Qué desgracia. Ya el cuaderno estaba en sus manos. Pero entonces una idea surge, Ricardito alertado levanta la manos mientras el resto de sus compañeros lo observan: "Permiso para ir al baño profe" el profesor asentó con la cabeza y sonrió, Ricardito quiso derretirse, pero sintió las voces de sus compañeros como abejas zumbando. Los cinco minutos en el baño lo salvarían, o al menos eso pensaba él. De ese modo salió del salón, aún llovía, qué desastroso había sido ese septiembre. La señora de la limpieza, bajita y arrugada le hizo señas de que los baños estaban cerrados. La verdad olía bastante mal. Mamá dice que cuando llueve mucho no se pueden bajar las pocetas, porque todo se devuelve. Siendo así, Ricardito sube al segundo nivel de la escuela. Estando en el baño, ve por la ventanilla todo era gris, sintió asco del baño, porque los baños de la escuela siempre huelen mal. Y un terror invadió su cuerpo al imaginar, cómo sería reprendido, cuando el profesor descubriese que él estaba enamorado de él. De pronto Ricardito escucha un sonido muy fuerte que hizo temblar los espejos del baño hasta traerlos abajo para quebrarse, quizá era una multitud que venía a por él, ¡Qué terrible era haberle puesto corazones!, Ricardito se mete en uno de los cubículos del baño y se tapa los oídos. Se escuchó nuevamente aquel gigante ruido. Luego, el silencio invadió todo, y entonces Ricardito decidió salir. Aún llovía, las escaleras estaban llenas de barro cada vez más profundo. De pronto el mundo se había convertido en otra cosa, bajando las escaleras Ricardito se fue hundiendo más en el barro, cuando llegó el barro a su cadera, el terror le invadió todo el cuerpo. Cuando llegó al patio de la escuela vio que ya no había salón, una bola enorme de barro había arrasado con todo. Fue así como vio piernas, cabezas y zapatos, y finalmente saliendo del barro, vio una mano geométrica aferrada sin vida a un cuaderno. Entonces se puso a llorar.
Quede en shock al conocer el final.
ResponderBorrarQue buena y delicada historia Arzola.
Admirable.
Carlos M.