lunes, marzo 19, 2012

Doscientas cuarenta y siete abejas

 A uno el abandono siempre lo reta, siempre lo pisa, y siempre se forra en ese envoltorio que se parece al fin del mundo ¿Te ha arremetido este abandono? En este abandono me he preguntado ¿Cómo te llamaba tu madre cuando eras pequeño? ¿Cómo le decías al mar  cuando no sabías hablar? ¿Cómo te llamará tu perro? Que no me soporta y siempre ladró infinitamente como queriendo arrancarme de tu casa a cada ladrido. Sé que pocas veces fui a tu casa, tú lo sabes también, también sabes que quise ir más.
¿Saben ellos que yo te llamo, amor? ¿Lo recuerdas tú? Me acorrala la preguntadera, porque nadie me dice nada. Eso es lo que tienen estos malos ratos, que uno se pregunta y se pregunta y se responde y se responde, nadie te responde de verdad, incluso ninguna de tus cosas habla ya conmigo. Es probable, que pronto vuelvan a ser sólo cosas. Nada de esto es mentira o es verdad, nada. Yo no te advertí de este mal humor, que reta, que dice groserías. Que grita y rompe cosas, bueno. Conoce al amor que insulta defendiéndose. Yo he podido borrarte pero no he querido, estaría sin ti, pero no estaría mejor. Por ahora sigo con las preguntas.
¿Cómo has querido que te digan, y nadie te ha dicho? Dime para decirte a ver si te quedas.
Pienso en ir a buscarte la cara y a dibujarte la barba, que te he dicho que me gusta y seguro no te acuerdas, como me decías que te gustaban mis piernas y ya no me lo dices. Pienso ir con mis preguntas, y patear otra vez el avispero aunque ya me hayan dado doscientas cuarenta y siete picadas. Te arroparía hasta la punta del inservible meñique de tu pie cuarenta y tres, con una ceja mía.
Nunca he necesitado que me compren cosas, eso al menos digo, aunque si me hubiera comprado tres, una al menos sería para ti, no me permito preguntar por eso. Después de todo mi nuevo silencio nace en tu cuerpo, en tu cuerpo que siempre está cansado para verme ¿Es acaso tan trabajoso mi amor? ¿Por qué siempre estás cansado? No pienses que mis poemas te atacan, ellos, te buscan, te piden, describen cierta parte tuya, o todo tú, te lloran, se sienten poemas por ti. Esto no es reclamo son apenas palabras mojadas de la lluvia que dejó de buscar tu boca y la mía, de los besos de agua y los abrazos de ramas altas buscando el cielo. Algún lado de mi corazón, de mi alma, de mis pies, de mi mente, de mi rato, le pertenece a lo que aún no conozco ¿Quién te dijo que después de un choque es momento para andar solo? ¿Quién que no te quería, ni a mí te dijo eso? ¿Qué gran demonio mentiroso manipulador y maldito pudo darte tal consejo? ¿Cómo es que ahora todo lo tuyo entristece tanto? y ¿Cómo es que no haces nada? Hay momentos que no deben pertenecer a la soledad, recuerda.
Incluso en este abandono veo a las abejas. Todo, todo se aprecia más desde la tristeza, todo se aprecia más, por esa postiza o tal vez no, sensación de que todo se acabará.Todo.
Tú no tiras nada, todo lo doblas. No fue mi madre quien me enseñó a lavar mis manos después de comer, fuiste tú, y no eres mi padre, y yo no soy un simple amante dolido. Doblamos juntos una y novecientas cincuenta veces las piernas para una foto que nadie ve. Qué pequeño parece el tiempo cuando asomas tu nariz de pájaro. Nada te trae aquí, aunque en todo te calque yo ¿Seguimos teniendo el mismo color favorito? ¿Cuál sería la primera palabra que quisiste pronunciar cuando aún no hablabas? ¿Cuál será la última que dirás? A muchas excusas, pocos amores, se me acabaron las preguntas, ya sé por qué no vienes, el zumbar ahora me da fiebre. Y eso quita las ganas, pero no el dolor.
Espero sepas, que nadie te escribirá ni pensará así, de este modo como lo hice yo.

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