¿Has visto alguna vez gatos de luz?
La verdad es que no me gustaría que los vieras, son igual de tramposos que el resto de los gatos. Permíteme suspirar. Sin embargo si te toca verlos, ojalá sea conmigo, no es que me crea tu madre como dices, somos sólo dos viejos, además no sería la primera vez que te cuidara. Al amar se descubre, que las casas hablan, que las calles recuerdan, que los días reviven y la tristeza es la ausencia de todo eso. Decía todo esto el viejo, mientras su cabello perlado se reflejaba en la copa medio vacía o medio llena de vino blanco, todo depende de quién la mirase. La otra copa estaba llena, algunos dirían intacta, el restauran estaba ambientando con luz naranja que se fundía mortecina entre las sombras y los rincones. Alguna vez pensé que alguna pelea nos separaría, que nos rompería el alma, las ropas, los pies y las ganas, pero aquí estamos, dos viejos, no una vieja y un viejo, sino dos viejos: Tú y yo, no me mires así o te tomo la mano, y sé que aún después de tantos años no te gustan los afectos en público, antes porque podían robarnos, golpearnos, matarnos y robarnos otra vez, ahora porque somos muy viejos, y esas, según tú son cosas de jóvenes. El hombre del cabello de plata seguía hablando, su mirada era oscura y triste pero con cierto halo infantil mientras la copa se vaciaba más. Aún puedes reírte, conmigo, o de mí, no importa lo ideal es aún verte reír y aún verte con dientes, con pelo menos blanco que el mío, viejo necio que eres mayor que yo y con cabellos negros aún, qué bueno que ninguna mala noche te alejó, ni me alejó de ti ¿Por qué nunca nos casamos? Que no me mires así te digo, que ha sido chiste, un chiste todo menos lo de casarnos. Yo siempre quise, y sé que a veces tú también querías. Pero se nos pasó, como Madrid, como Buenos Aires. No has bebido nada, ya la gente me ve raro otra vez, desde que era un niño me han visto así, pensé que luego de que la belleza se fuera, se escapara como lo hizo, a otro cuerpo, pensé que luego de todo esto, la gente dejaría de verme así, pero no. La gente siempre será la gente. Te decía que no has bebido nada. Viejo nunca te gustó demasiado el vino, pero es la bebida del festejo y la compañía me sigue pareciendo un buen motivo para celebrar. Hace treinta años tenía a esta amiga, Ana Patricia ¿La recuerdas? Seguro que no tú nunca te acuerdas de nada, para ese entonces ella y su novia tenían doce años juntas, la primera vez que lo escuché quise tener veinte y treinta y cincuenta años contigo viejo, viejo necio y hermoso, las lesbianas duran siempre más ¿Estarán aún juntas? ¿Quién sabe? Dame tu mano por debajo de la mesa, como aquella canción. A ti nunca te gustó hablar de la muerte, yo una vez estuve cerca la muerte ¿Sabes qué ves? Gatos de luz, no me gustaría que los vieras, o quizá me gustaría si los vieras conmigo, creo que ellos me conocen, no me mires así, la gente también me ve aún mal, como raro, no sé ¿Comeremos algo? Nuestra nevera en casa parece como de prostituta elegante, sólo hay una botella vacía de vodka de algún tiempo y yogur, y galletitas, pero galletitas por mí, a ti ya no te gusta eso. Bebe viejo, bebe un poco porque te quiero, y aún lo digo con llama en estos labios viejos que tanto besaron pero eligieron vivir en los tuyos.
La copa se vació y el hombre de mirada antigua pero infantil, el mismo hombre parlanchín hizo una seña al mesonero, tráigame dos copas más, aunque mi compañero no ha tocado la suya ya se ha calentado su vino, es que a él no le gusta mucho, el viejo sonrió. A lo que el mesonero, un muchacho de cara larga y ojerosa y confundida respondió: ¿Dos? ¿Espera a alguien más señor? Claro que dos, joven, entonces el mesonero interrumpió, disculpe señor, ¿Entiende usted que está solo?
Luego respondió al instante el viejo con la mirada quebrada y brillante y una sonrisa borrosa temblando, al muchacho:
¿Qué quiere decir con solo?
Hermoso. Simplemente hermoso. Gracias por una excelente lectura.
ResponderBorrarSiempre a ti, gracias por seguir en estos rincones leyendo.
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