sábado, agosto 11, 2012

Octava Carta

Busqué al final del pasillo tu suéter azul. El pasillo parecía una lengua de ganado gigante en tu ausencia. El mundo es más metafórico sin ti. Estaban abuelas, hijos, novios, amigos, esposos, mosquitos, cristales y ramas. Había plástico, metal, piedras, concreto. Cada cosa, cada una en su lugar. Y estaba yo, viendo todos los ratos ahorcados en púas. Y yo con mis manos marginales de ganas, de todo lo que no se puede. Claro que no estarías al final del pasillo, y no estaría tu suéter azul, ni tus camisas negras. Las letras de esta carta no podrían volverse coral duro para protegerme del choque de los solos. Era mucho pedir encontrarte, con un nuevo color que nadie conociera en el universo, y darle un nombre y cambiar entonces cada mal. Pero, luego de un adiós tan violento y llorado, se vuelve el amor, diablo. Y mi mente de Sodoma te guarda un pedazo puro, que morirá encerrado. No me escondo, sólo corro. En silencio. Porque yo quería silenciar todo el ruido del mundo para tus noches de sueño, y ahora el mundo es motivo de mi silencio, y no hay nada que te traiga. Por eso ya no lloro entre la gente, ahora lloro para mí. Sin suéter azul, ni nadie para cuidar por las noches, sin pasillos normales y con pasillos con lenguas muertas.
Yo te llevé al lugar más secreto y solitario que conocí. Yo te llevé dentro de mí. Lloraría dos peces de sal, por la feroz colonización de tu estafa. ¿Qué se siente? Que te lloren peces de sal. Por eso si tus caricias condensaban los días, claro que el frío me hará sentirte cerca, aunque no estés.  Yo te llevé a mi lugar. A veces te esperaba en ese pasillo. Me encontré con las fotos que te hice, los peces de sal se metieron a nadar en ellas. Te rescaté por un momento y adoré por última vez tu belleza de lobo herido. Volvieron las tardes más anaranjadas, volvieron los recuerdos de mi niñez, volvieron los poemas de Lorca, volvió mi gato perdido, volvieron mis películas favoritas, y las nostalgias de Mecano. Volvió el amor de mi madre, volvió el deseo de amar otra vez, volvieron las primeras cosas que te escribí. Y no volviste tú, tú no volviste. Quizá un día de estos me termine borrando tu adiós.
Adiós.

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Aquí Estaremos.