Te escondías en el colchón como una presa rendida esperabas los dientes de su cazador.
Cuando tu secreto besó mis oídos qué pálida se hizo la noche. Quise encender mis dedos como fósforos por tus costados; quise lentamente llevarte sobre mí y comerme tu libertad, y que luego de estas horas tu cuerpo desnudo te recordará a mí. Y que conocieras mi conflicto. Y que te enamoraras sólo una vez. Y que nos devorara un sólo mordisco. Desnudo se afina mi sabor. Y que conocieras mi miedo. Y te enloqueciera un sólo gusto, y una sola posición. Pero te escondías en el colchón y tu piel apagaba estrellas y la oscuridad llamó al cazador cuando el gemido se hizo luna. Entonces el robo fue lento haciendo el dolor soportable y la carne el empíreo y lo blando semejante.
Pero el aire te llevó hasta la pared y la brisa de mi estación llegó tarde. Entonces quise amarrarte y me atreví a volverme agua para bajar por ti. Pero entonces mi oscuridad quedó desnuda cuando abrí los poros para dejarte entrar y ahora mi oscuridad querrá hacerte crecer, porque mis diferencias más que excusas tienen razones. No sabes cuánta perversidad se puede encontrar, a estas horas no se puede pretender. Y quise llenar cada espacio pero te escondías en el colchón como una presa rendida esperando por los dientes de su cazador, y si las señas no te hacían huir la misma noche te iba a devorar y comerse tu cielo y tus brazos y tus pies. Si no te alejas te voy a quemar.
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