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Mario adoraba el color morado, los zapatos blancos, las arvejas, las conchas de mar, la arena en los pies. El hombre de azul adoraba a Mario, de la manera más maldita oscura y dolorosa para él, lo adoraba sin ropa, de bruces, de espalda, pero la tristeza de sus ojos era por el champú, era eso. Entonces empezó a escribir su nombre en minúsculas "mario" , pintando con azul, dolor y púrpura, de una inocencia mutilada, tirada junto al pantalón y aguantar, mientras el hombre de azul en la caseta decía "te amo" esa maldita frase. Cuando su cumpleaños llegó, mario trato de amar a otra persona, u otra persona lo trató de amar, o salvar, pero nadie más podía amarlo, solo él, el hombre de azul. Un bate bastó, madera en mano, para cuando mario volvía esa tarde a casa , chocó contra el piso y su pequeña cara sangraba, la sangre en sus ojos le hizo recordar esa molesta sensación del champú, como la primera vez que fue abusado, como todo empezó, como todo terminó, como en la caseta.
Fui mario hasta los doce y ahora no sé quién soy, cuánto ha pasado, ni a dónde iré. Suelo dibujar y pintar; dejo mi firma en esa pared cada vez que termino mis obras, con mi mano firmo claro, nadie me ve aunque yo vea mucha gente, ya no escucho más esa maldita frase, ese hombre se fue a un sitio muy oscuro, sin colores, por ahora sólo me preocupa que mis ojos no luzcan tristes, por eso de la sangre y el champú, podrás saber, por ahora nadie me ve, nadie me ve.
Odio el azul.