Subí al autobús y me quedé perplejo por su boca pintada en forma de corazón, su cabello corto y escaso pero abultado, como con pedacitos de nubes doradas que cubrían su cabeza, en complemento de ojos grandes y redondos. Era ella mayor, por su postura sentada definí que era de baja estatura, parecía traída desde los parisinos años 50. A mi mente vino inevitablemente una imagen de Édith Piaf. Podríamos quizá si ponemos más atención, sacar una colección de eventos trascendentes en lugares simples.
Mi mente empezó a divertirse y a mezclar ciertas cosas, los colores desaparecieron de pronto mientras el autobús seguía su trayecto. Me encontré rápidamente en un corto cinematográfico donde esta madame, era naturalmente la protagonista. Su boca en forma de corazón era prominentemente roja siendo esto lo único que poseía color. Y de repente la música del autobús no era tan ruidosa y tan difícil de tolerar, de repente se hizo armónica y me veía en un nuevo reflejo de realidad. Ella se puso de pie y giró con gracia, Pasaba entre las personas sin mirar a ninguno, mientras sus manos se abrían y cerraban y a su vez se ondulaban al ritmo de sus brazos. Nadie entonces fue más elegante, y nadie entonces robaba tanto la atención.
De forma brusca fui lanzado de nuevo a la realidad llena de colores y de ruido, busqué desesperadamente buscando complicidad, queriendo hallar a la exótica madame, pero ella ya había abandonado el autobús . Pasé un atareado día en el trabajo, era este un día de cobro. Es ridículo que los días de cobro sean tan infernales cuando de hecho deberían animarnos. Hay cosas a las que les guardo intimo odio y al pasar los años este sigue, como a las matemáticas y los bancos, aún así era esto inevitable, sería un día de banco. Minutos después estaba allí notoriamente de mal humor mientras no me apetecía ver a nadie a la cara; si hay algo que debo admitir es que muchas personas en un solo sitio me ponen borde. La persona que limpiaba las puertas de cristales me había permitido pasar hace varios minutos dando un "buenas tardes" que por mi predisposición no pude siquiera responder ni mucho menos verle a la cara; las malas situaciones pueden aplastar los modales, que a veces la timidez nos hace maleducados. Estando en la infernal y correspondiente cola de personas voltee la mirada de nuevo a la puerta, pues algo me pareció peculiar tanto que cambiaría ese momento y me haría disfrutar mi estadía.
La persona que limpiaba el cristal vestía un uniforme de mantenimiento azul, su cabello era escaso pero abultado como con pedacitos de nubes doradas que a su vez cubrían su cabeza y su boca roja en forma de corazón. Era ella, la Édith Piaf del autobús. Supongo que cada mañana madruga viajando kilómetros para poder llegar al trabajo y decir alguno que otro buenos días o buenas tardes que la gente no conteste. Los colores se fueron, la música volvió y ella bailó por el salón sin mirar a nadie y sobretodo desigual casi en cámara lenta entre las personas, danzante, robando la atención, dictando compases y más elegante que cualquiera.