Es hoy la noche del ultimo dia del año, y frente está el mar, bajo mío un montón de arena plateada y a mi lado un joven de unos veinte y tantos años, de piel blanca, ojos redondos y un curvo mechón de pelo, que sobresale en su cabeza, y no tuviera nada de especial si curiosamente no afirmara ser el poeta andaluz Federico García Lorca.
"Pobre mar condenado a eterno movimiento, habiendo antes estado quieto en el firmamento" dijo él, con la vista puesta hacia el infinito océano, mientras el resto de las personas disfrutaba de las fiestas y podían verse a todos, a lo lejos bailando cerca de las luces en el malecón. Me quedé en silencio por momentos, silenciando así mis emociones.
¿Qué habría de hacer Federico García Lorca en medio de esta playa y en estas fechas?, de pronto decidí hablar: No quiero restarle valor a tus palabras, le dije, pero ni siquiera en lo inmensa que se ve esta noche podría creer que tú eres quien dices. Entonces volteé hacia el mar nuevamente. Lo escuché reír, y cuando voltee a verlo su sonrisa se fue recogiendo.
Él parecía no inmutarse luego de eso, y entonces recitó esta vez: "El mar es el Lucifer del azul, el cielo caído por querer ser la luz". Luego volteó y con sus grandes pupilas me miró e hizo un gesto con la boca que no podría describir, fue como si me hubiera inyectado una dosis de credibilidad, entonces luego de esto miré hacia él, vi sus ojos cerrados y empecé a creer que realmente esta noche en medio de una playa poco habitada estaba a mi lado Federico, el poeta andaluz.
- ¿Es entonces para ti el mar un ángel caído? pregunté casi queriendo no tocar lo que él había dicho, sintiéndome terriblemente torpe.
-No podría ser otra cosa, respondió, una tristeza tan bella no podría ser otra cosa, a menos que el mar sea poeta, exclamó al tiempo que volteó su mirada hacia mí nuevamente.
¿Entonces para ser, y hacer poesía hay que estar triste? ¿Eso dices?, ¿Soy una persona triste entonces? - le pregunté en tono odioso.
A él pareció darle mucha risa mis palabras, luego que dejó de reír me dijo: "No estarlo, hay que entender la tristeza, recibirla... la tristeza del corazón. Olvidarte de lo que sabes para que la poesía te abrace enteramente, sin miedo a ser oscura, pues la poesía siempre sera clara".
Mis palabras se redujeron casi a nada, fue una lucha interna tratar de responder a esto, nació en mí una sonrisa natural que decidí regalarle, mientras él me miraba casi agradeciendo con las ojos.
—¿No te ha pasado que has tenido la oportunidad para preguntar cualquier cosa y nada se te ocurre? Dije torpemente.
-Claro, todo el tiempo, pero descuida hay preguntas que se hacen solas, y otras que solas se responden.
—¿Por qué estás aquí? es decir... se supone que tú...
—¿Que yo qué? , pregunto él con la impresión que sabía de que le hablaba.
—Que se supone que tú no deberías estar aquí, dicho esto una gran nostalgia se apoderó de mí.
Él subió la vista hacia el cielo y dijo fue una noche antes que pasara... luego dijo:
-fue la luna, la luna lunera.
—¿Que ha hecho la luna Federico?
—Esa noche la luna me habló, y con ella hice un pacto.
—¿Por eso estas aquí?
—Sí, por eso mismo estoy aquí, ella me dijo que me haría vivir por mucho tiempo, a cambio de hacer lo que ahora hago.
—No entiendo.
—Noches como esta puedo volver y hablarle a los que le interesa, sobre lo que contigo converse, del mar, de la luna, de la tristeza, de la sencillez que canta pero que casi nadie escucha.
—¿Cuánto te quedarás?
—Hasta media noche.
—Ya casi es la hora- le dije, queriendo volver beso mis palabras.
—Lo sé, verás, el hombre miserable es un ángel caído, olvida lo que debas olvidar y dejate abrazar por algo nuevo.
—¿Tal y como con la poesía?, pregunté repitiendo lo que él hace un rato me decía.
—Sí, y es que no hay de otra manera.
—Ya casi son las doce, le dije a media voz.
—Es noche de fiestas, joven muchacho, aquí lo que debía pasar ya ha pasado.
—¿Entonces te vas? Algo mágico pasaba y yo no quería que parara.
—Mejor vete tú, y yo te veo irte, dijo despreocupado.
—No Federico, interrumpí.
Entonces él me miro fijo y me dijo:
—"Escuchala, sé que la escuchas"
Esa noche fui como los demás al malecón a celebrar, a bailar entre las personas, a recibir un nuevo año dejando el que conocí, y esperando ser abrazado por el que vendrá, tal vez como todos esperan, pero a mí me lo aseguró esa noche alguien muy especial, el poeta andaluz Federico García Lorca.