Sólo en tu campo me quejo cuando me gusta. Yo nunca quise un amor rompehuesos, yo sólo quería lamerte, y otros cuentos. Y a veces extraño tu brisa roja. A veces pinto en mi piel, esos ratos salvajes, de querer esconderse uno en otro. Tú rompes en mil, mis ratos. Dulcemente matas con saliva el tiempo, si ando cerca, claro. Porque más rápido se adueña quien roba, que quien pide. Porque a nadie le haces esto, porque sólo yo lo permito. Hay momentos que anhelan la voz que me hacía crecer. Tu sismo cuando me tomas por los pies.
Un fardo: mi talón de Aquiles, cuando blanco y mojado, aquel cielo no sobrepasó siquiera una rodilla, yo ofrecí mi salvajismo, hecho manso a medidas de gloria. No eres más, que un error con pecas, al que le cedí la victoria, porque supo morder, lento y fuerte, rápido y decidido. Entonces te conté secretos mientras te llenaba de mí, la boca. Yo me comía el aire tuyo. ¿A dónde vas? Si aún quedan cosas por romper.
Sólo en tu campo, me quejo cuando me gusta. Y ahora me derrumbo danzante. Porque el suelo estuvo en el cielo, cuando tu roce quemó mi gloria; cuando me quejaba más que ahora.
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