Decía mi madre que los muertos no esperan, porque el tiempo ya no importa para ellos ¿Es esta un tipo de muerte? Porque he dejado de esperar, he andado por la calle y ya el cielo no se cae como piedra, no me hala el pelo, no me pinta la boca para sentirme rebelde y raro, ya no hay piedras allá arriba, vi caer de hecho, te juro que vi caer del cielo mi piel, que estuvo perdida, y que fue el papagayo de un niño maligno disfrazado de amor. El diablo se volvió a dividir entre todos, ya no habita a una sola persona, respiré otra vez. Esta carta pareciera que se echará a volar. Esta carta ahora late, como late por primera vez un músculo que trae vida y nos dispara a un mundo loco, caminaron mis cartas conmigo, esta lo hará también ¿Lo hará? Y las letras me dibujaron por un instante, entre todo mi blanco y negro, se asomó como una flor, un color nuevo. Me hicieron las letras parte del silencio, porque ellas ahora hablan por mí. Detente dijo esta carta, ya no quiero nacer; yo también he nacido de la muerte. No sientas pena, quise decirle, pero no le dije nada, ya sabrás que a veces me pierdo en mi boca. La carta quiso volar, y la carta yéndose y Platero y nosotros, y Godot que no llega y la boda que no era boda ni de sangre sino salsa de tomate. Y los que no leen, los que leen, y los que creen que lo están haciendo.
No eran veinte los poemas, eran setecientos. Y nadie dijo nada.
Me pediste el mar, y te traje con él también a todos los ahogados; está bien, tú no podías saber que así soy yo. La carta secó el mar de mis ojos y puso una luna menguante en mi boca ¿Es esta un tipo de muerte? Claro que lo es, porque ya el tiempo no importa. Era mi miedo ser un recuerdo, y bueno, ahora lo soy, pero soy un recuerdo que se desnuda. Y que me cuente esta carta, cuando yo no pueda contarme por mí mismo, porque de esta tormenta sólo queda la garúa, y si esta sonrisa es mi muerte, será por eso que no recuerdo para quién escribo ya. Todos los finales nadan hasta donde nacieron las sonrisas del inicio, sólo para morir. Y ahí se quedan, para siempre.
Me pediste el mar, y te traje con él también a todos los ahogados; está bien, tú no podías saber que así soy yo. La carta secó el mar de mis ojos y puso una luna menguante en mi boca ¿Es esta un tipo de muerte? Claro que lo es, porque ya el tiempo no importa. Era mi miedo ser un recuerdo, y bueno, ahora lo soy, pero soy un recuerdo que se desnuda. Y que me cuente esta carta, cuando yo no pueda contarme por mí mismo, porque de esta tormenta sólo queda la garúa, y si esta sonrisa es mi muerte, será por eso que no recuerdo para quién escribo ya. Todos los finales nadan hasta donde nacieron las sonrisas del inicio, sólo para morir. Y ahí se quedan, para siempre.
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