lunes, agosto 06, 2012

Séptima Carta

Entonces olía como si viniera la lluvia ¿Eras tú? Hace una semana que veo los árboles llorar. A veces también bailan y parecen como si se fueran a salir de la tierra corriendo. ¡Ah! era una tormenta, no eras tú, a veces siempre creo que eres tú. Lleva entonces la tormenta todo ese tiempo en la ciudad haciéndome sentir que el lado muerto que se parece a ti, anda por ahí, lento conmigo, viéndome, claro, soy yo viendo todo así. Puede que sea tonto el paciente, quizá sea valiente si espera algo que llegará. Pero ese no es nuestro caso. Acá hay tanto silencio como para volverme vieja, pero no es el rico silencio para dormir, este silencio tiene la estridencia del mundo y la ausencia de lo amado. Es un nuevo tipo de silencio, y calla cada voz mía, aunque a veces salen corriendo como los árboles en mi cabeza aquellas preguntas que no te hice, ¿No eras tú? Quien traía una luna a mi techo, y tenía el mar en su camisa, y el universo en su mirada. No, no eras. ¿No eras tú? Con Asia en los ojos y América en la espalda y el bosque en el pecho y  África desnudo en mí ¿No eras tú? No, era yo mirándote. Era yo mintiéndome y haciéndote puro. Los puros sufren luego de las mentiras, tú has celebrado. Poco a poco todo lo que te di, vuelve a mí, y ahora sólo espero que sea virgen otra vez. Porque finalmente no eras tú el fin a mi búsqueda y la calma a mis guerras ni el alfil trazando su victoria en este campo santo, dos puntos, mi cama. Después de tanta guerra, hoy el silencio me viste de hombre. Sin embargo aún me arden tus aguijones de dios falso, porque en mi sueños te escapas de mi olvido. Finalizo con pocas letras aunque sean más de trescientas estas palabras. Porque hoy al fin, me he sentido tranquila. Que sea entonces la gloria, cualquier ausencia del dolor que tú me has causado; que sea esa mi gloria repentina.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy buenooo!