domingo, junio 17, 2012

Primera Carta

Falló también la lluvia, como falló el día en ocupar mi cuerpo, yo no estaba aquí. Yo me quedé sola y deslumbrante, quieta y seca en un momento, el momento de la partida que te pronuncia una y otra vez en mi cabeza. Y tú que tanto te quejabas, que tanto te decías feo, ¿Dónde está tu fealdad? ¿Dónde se te quedó? Que te fuiste y no luchaste al ser descubierto. No lo suficiente ¿También le dirás a ellas que eres feo? Y tú que tanto te quejabas. Yo siempre preferí un hombre con barriga y barba, por cuestiones de comodidad y cosquillas. Acá las baldosas lloran, y falla la lluvia, bueno, están las gotas, caen, se resbalan, es ridículo. Que los días empiecen con guerras, que las noches terminen con conversaciones a solas, que continúen al despertar.
¿Cuánta tristeza cabe en un cuerpo? Qué conveniencia, que sea tan leve la felicidad y tan pesada la melancolía ¿Te has puesto a pensar por qué no será al revés? Acá son las diez de la mañana, pero parecen  las diez de la noche. Me pregunto si el frío en mi cuerpo, tendrá algo que ver con la lluvia en tu ventana. Hoy no me quise peinar, ya no siento responsabilidad con ser mujer, por verme guapa, linda, como la gente dice. Con tanto mar en los ojos, no quiero que nadie, pero nadie en estos alrededores, ni en las montañas de un pueblo gris e infernal, me vea.
Falló también la tranquilidad en querer hacerme caso, fallaron las horas en pasar, el sueño en durar. Me entrenas, mal amante, para ser una muchacha que no pregunte ya. Claro que todos mentimos, sólo que algunos en peores momentos. Qué mala fue tu elección, que mala elección fue. No puede uno disculparse por errores ajenos.
Será entonces, y hasta nuevo aviso, una vía abandonada esta cintura escondida y esta cadera de huesos que te extrañan.

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